Hace unas semanas recibí un encargo nuevo en mi carrera. Una empresa catalana era la encargada de una campaña medioambiental en un municipio del norte de Alicante y necesitaban que revisara todo tipo de panfletos, pegatinas, carteles y comunicaciones para que a sus destinatarios les sonara natural en su habla. Era un trabajo de lingüística pura, basado casi totalmente en los cambios léxicos. Lo que allí es «cubell», aquí es «poal», y el «cartó», que no «cartró», lo «xafem» en vez de «aixafar-lo». Estas cosas. Y sin querer entrar en polémicas tan absurdas como estériles y cansinas, no, eso no demuestra que lo que se habla al norte y sur de La Sénia sean lenguas diferentes, sino que un valenciano enciende fuego con «mistos» y un catalán con «llumins», pero los dos se entienden, y en ambos casos la llama prende. Exactamente igual que un argentino labura y un vallisoletano trabaja, y ambos dan el callo en español de la corte.
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