Hace ya un tiempo que el dibujante Ladrón me envió este dibujo y me pidió que le pusiera un texto, que es el que podéis leer abajo. La colaboración se ha plasmado en su libro Songbook 2, donde comparto espacio con gente tan ilustre como Manolo Abad o Fernando Alfaro. Ha sido un placer renovado trabajar con Ladrón, un viejo amigo de cuando aún era periodista en Alicante. Con tanto traducir a otros, uno a veces olvida que también puede usar su creatividad para escribir textos propios. Y eso siempre es refrescante.
Hay una línea invisible más allá de la cual lo teatral pasa a ser ridículo y las personalidades creativas se convierten en parodias de sí mismas. Marilyn Manson hace mucho que la cruzó, y Lady Gaga nació directamente más allá de esa frontera. El primero quiso ser Alice Cooper más allá de Alice Cooper, la segunda se presentó como una Madonna (aún más) pasada de vueltas. Brian Warner jugó a ser satánico creando un magma de conceptos tan brutal y denso como el muro de sonido de su obra cumbre, Antichrist Superstar. A Stefani Joanne Angelina Germanotta no le hizo falta vender su alma al diablo: nació y germinó como flor oscura en el patio de recreo de Satanás, que es el mercado. Ambos han acabado siendo —y Lady Gaga en concreto nunca ha sido otra cosa— un espantajo y una mamarracha. Tal para cual, por tanto. Ladrón nos los presenta aquí como presidente y primera dama, o viceversa, de unos Estados Unidos paralelos donde la sacrosanta bandera de las barras y estrellas se representa en el estilo expresionista de Jasper Johns. Una bandera que no brilla resplandeciente bajo el sol de California, una enseña mate cuya pintura conserva el recuerdo aceitoso del óleo, cuyo trazo enérgico transmite la angustia gestual de un pintor que vio a las mejores mentes de su generación destruidas por la locura. Realmente, si algún mérito tiene Marilyn Manson fue el haber intentado sacar a la luz a través de su propuesta enfermiza esa América malsana, lóbrega, pantanosa, oscurantista, fanática, paleta, fea y obesa que oficialmente se trata de ocultar bajo un manto de producciones de Hollywood, cirugía creativa y uso indiscriminado de bótox. Los habitantes de ese subpaís patriotero y sobrealimentado son legión, su partido bien podría llamarse The Beautiful People, y no desentonarían como líderes dos personajes tan bizarros. Incluso podrían presentarse como una sola persona: Marilyn Gaga, o Lady Manson. Podrían someterse a una operación que los uniera por la cintura y los convirtiera en siameses, revertiendo así la historia de la cirugía y desafiando de paso la voluntad de dios. ¿No se trataba de eso, Mr. Manson? Sería una salida digna. Al igual que para un payaso debe de resultar triste dar miedo a los niños cuando pretende hacerlos reír, también debe de serlo que se tomen a broma tus intentos de epatar (cosa que no debería ser de extrañar si tu concepto de epatar es hacerte un traje de chuletas). A fin de cuentas, cuando en el crepúsculo de tu carrera veas que tu talento no volverá a asomar por el horizonte, métete a político. A Ronald Reagan no le fue nada mal.